Esta semana he disfrutado trabajando. Me ha encantado
trabajar con estos chavales, tan majos todos, y enseñarles como hacer una
cabaña, un buen fuego o una catapulta.
¡Pero que fácil entran estos tornillos! Uno detrás de otro
van uniendo las maderas que tenemos a nuestra disposición. Las taladradoras convertidas
en destornilladores mecánicos hacen que el trabajo sea un delicia y muy fácil.
A pesar de ello algunos niños tienen problemas para acoplar el tornillo con la
pieza del máquina, ejercer la presión y mantener la posición horizontal ; para
eso estoy yo. Y también para explicarles lo que tienen que hacer porque sobre
todo al principio estaban un poco perdidos. No es tan evidente como se hace una
casita de madera, aunque tengas toda la madera del mundo.
En dos días hemos logrado construir una plataforma a 2
metros de altura, con su correspondiente acceso con escalera y unas barandillas
para garantizar la seguridad. Una estructura añadido en la parte superior nos
permite poner el toldo y así los niños a partir del tercer día ya podían dormir
en sus cabañitas. A partir de entonces era su propia imaginación la que le añadía
la salsa de la originalidad a sus hogares temporales: toboganes, columpios,
camas colgantes, puentes… De repente en medio del bosque una pequeña ciudad de
madera y diversión ha aparecido como si de champiñones se tratara.
Con chispa, con química o electricidad: tres formas
distintas de hacer un fuego. Así que si alguna vez necesitas encender un fuego y no tienes cerillas o mechero, no te
preocupes, también lo puedes hacer con lana de hierro y una pila jejeje!! . A
parte de esto los chavales también aprendieron a hacer varios tipos de
catapultas y un refugio para cuando te sorprende una tormenta o la noche en
medio del bosque. Perfectas para el mobiliario de la cabaña unas sillitas que
se hicieron con maderas y un tronco partido por la mitad. Además conmigo
fabricaron su propia lamparita de 4 leds de diferentes colores , para montarse
sus discoteca particular.
A las 10pm la doctrina del “Sshhh!!” se imponía entre las
tiendas. Se apagaban las linternas y llegaba la calma al campamento. Las birras
te daban la bienvenida en el punto de reunión del staff, alrededor del
fuego. No es fácil ser uno mismo y
gastar bromas y relajarse cuando se traduce todo y no encuentras las palabras
que necesitas, pero es un inconveniente que tras un par de birras importa poco
y a partir de entonces el silencio me deja y empiezo a desbocar mi inglés que
estaba hasta entonces escondido en un rincón. Y el fuego se está apagando y ya
nos vamos a dormir.
Intencionadamente la noche del jueves fue especialmente
larga, era la última del campamento. Ya tenía más confianza con el resto de
compis de trabajo y me divertí más que ninguna otra noche. En realidad fue la
mayor juerga en lo que llevo aquí, aunque apenas me levantara de la silla y la única
música fuera el chisporroteo del fuego. A la mañana siguiente un par de cafés
muy contundentes me mantuvieron en marcha. Una siesta mal dada tras el lunch
apenas logro resucitarme pero no quería perderme el juego del Danish Ball. Aún
tengo agujetas, corrí de punta a punta y me convertí por un instante en el
super héroe de los chiquillos de mi equipo. Me divertí, a pesar de que aún hoy
tengo agujetas.
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